Relatos de Campañas: Máximo Lígori

Máximo Lígori, el gigante berseker de Azur entró en la habitación. Le habían citado para hablar de su última misión. Iba cabizbajo. La derrota había sido dolorosa y su papel en la batalla había sido nulo.

Abrió la puerta y se preparó para recibir las miradas de reproche que con toda seguridad le iban a lanzar sus jefes. Cuando entró se hizo el silencio y Máximo sintió incluso más temor del que se había preparado para sentir. Su tolerancia al fracaso se podía comparar a la capacidad de un tiburón blanco hambriento a dejarse limpiar la dentadura por un humano con la mano ensangrentada en restos de entrañas de sardinas recién trituradas sin tomarse un canapé de brazo a su salud.

El gigante se sentó al fondo de la gran sala, apoyó sus enormes codos en la mesa de roble y aposentó su barbilla sobre los nudillos de sus dos manazas. Para alivio de Lígori, comenzó la reunión sin ningún comentario sarcástico ni hiriente. Los reunidos comenzaron a hablar sobre la misión y de cuánto dinero habían conseguido con ella. Rápidamente la charla derivó en una retórica de números y contabilidad en la que Lígori podía ver los números materializarse delante de sus ojos mientras sentía mareo. La charla aumentó de intensidad y de rapidez y cuando empezó a escuchar palabras como microeconomía del cultivo de guano de gusano aplicada a la exponencialidad del crecimiento de la demanda de créditos at urbis se dio cuenta de que en realidad hubiese preferido morir en la batalla contra Sol Negro. 

Fijó su mirada en un lápiz que tenía al alcance de su manota y su cerebro empezó a valorar seriamente la posibilidad de clavárselo en el ojo. 

No podía ser más horrible que aquello.

HURGRIM