La noche era fría y húmeda.
El maltrecho esquife se balanceaba al son de la marea de la bahía, aproximándose poco a poco a tierra. En la cubierta de popa una sombra resaltaba a la luz plateada de la luna llena. La capilla gris con la que se abrigaba ondeaba suavemente con la brisa marina. El sonido sosegado de las olas lo envolvía y lo inundaba con una paz profunda e infinita. Delante de él todo era oscuridad salvo el tenue brillo del faro que los saludaba lejos, en el horizonte.
Pronto llegaría a Eburah. Pronto comenzaría su misión.
Kagemaru, el señor de las sombras, el legendario maestro asesino del clan Asakura había llegado al viejo continente. Su gran señor, Tatsuya Asakura le había ordenado infiltrarse de incógnito en el mismísimo corazón del Imperio, Arkangel, para contactar con agentes de la organización en la sombra Azur. Si las negociaciones resultaban fructíferas, Lannet tendría un punto de entrada importante pasa sus espías y diplomáticos. Aunque su verdadero objetivo era mucho más ambicioso.
El ninja todavía recordaba vívidamente las palabras de su señor. Era primavera en la ciudad de Tsukikage. Los cerezos explotaban en maravillosos fuegos artificiales de color de rosa y las gentes paseaban por las calles festejando la llegada del Hanami. Las damas lucían sus mejores kimonos mientras cogían con orgullo el brazo de su señor. Los niños corrían entre los puestos de dangos de caramelos y takoyakis.
Kagemaru había llegado a la sala de audiencias con antelación, como era habitual. A su señor no le gustaba que le hicieran esperar. La sala en la que esperaba arrodillado era austera pese a las grandes riquezas que atesoraba la familia Asakura. Apenas un sencillo tatami de bambú bajo sus pies y una tarima de madera oscura delante de él. De las paredes colgaban dos lienzos: un con el escudo imperial de la familia No Mikoto y otro con el escudo familiar. Sobre las puertas dobles que custodiaban la entrada a los aposentos de su señor, un pergamino proclamaba el lema de su clan: «Somos los hijos de las sombras. Por ellas vivimos y por ellas desaparecemos».
Tatsuya Asakura apareció justo a la hora concertada. Su señor era un fiel reflejo de la sala. Vestía un sencillo kimono ocre con mangas anchas entintadas en negro. De su cinturón colgaba la famosa katana Tsuchikata, portadora de uno de los cinco magatamas. El más preciado de los tesoros familiares del clan.
Fue en ese instante cuando Kagemaru fue consciente de la importancia de la reunión que se iba a celebrar. Su señor no se había hecho acompañar por ningún miembro de su comitiva, como solía hacer. Ni tan siquiera su señora esposa le había acompañado. Estaban solos ellos dos.
-Kagemaru-san – susurró su señor mientras se arrodillaba frente al ninja.
-Asakura-dono – respondió Kagemaru a la vez que se inclinaba con profundo respeto.
Tatsuya se desató ceremonialmente a Tsuchikata y la depositó frente a él, justo al borde de la tarima.
-Kagemaru-san, te he hecho venir, como ya te habrás percatado para encomendarte una misión que solo tú puedes realizar. El emperador me hizo llamar hace tres lunas para confiarme sus planes. Pretende que, de una vez por todas, Lannet sea reconocida como un poder independiente fuera del Imperio. Está cansando de la condescendencia de los altos magistrados imperiales y de la falsa cortesía que muestran cuando visitan nuestro país. Sabe muy bien qué piensan realmente de nosotros. Nos ven como una atracción espléndida. Como un viejo reducto de costumbres antiguas digno de admirar pero no de respetar. Para ellos somos un mero espectáculo.
El señor de las sombras podía percibir la ira, apenas oculta, en las palabras de su amo.
-Esto no puede seguir así – continúo Tatsuya Asakura – Merecemos respeto. Nosotros estábamos aquí mucho antes de que ellos ni siquiera aprendiesen a hablar. Nosotros somos deber, somos coraje. Respetamos nuestras tradiciones y honramos a los kamis. Hemos luchado contra la oscuridad que podía haber devorado el continente entero. Nosotros la detuvimos y ellos nos lo agradecen así. Con condescendencia y sonrisas falsas. ¡Ya está bien! – gritó dando un golpe seco sobre la madera oscura – Kagemaru-san los pormenores de tu misión de los dará mi hijo, Ashirogi. Yo solo he venido a ordenarte… no a implorarte que cumplas esta misión.
El ninja levantó sorprendido su rostro al oír las palabras de su señor. Jamás, en todos los años que llevaba al servicio de la familia Asakura, le había oído suplicar nada.
-¡Te lo suplico! – repitió Tatsuya mientras cogía a Tsuchikata con ambas manos y se la ofrecía al ninja haciendo una reverencia. ¡Toma esta katana, orgullo de mi familia y cumple con tu deber por mí, por el emperador y por tu país! ¡Atraviesa con esta espada el mismísimo corazón de la fe del Imperio! ¡Acaba con el Sumo Arzobispo Magnus!
La noche rodeaba a Kagemaru. Delante de él a poco más de una milla, finalizaba la primera etapa de su viaje. A sus espaldas, el deber y el honor de su país.
Y en sus manos, Tsuchikata.
HURGRIM
Espero que os guste la mini historia. Si queréis, la continuaré, jejeje.
PD: Para Kagemaru.
ooosss tiu ta de puta madre…, pq no le propones a anima hacer las novelas?¿?¿ ;-P
Hombre, pues estaría muy bien y a mí me encantaría jejeje.
Bueno pues si os gusta seguiré con el viaje de Kagemaru o si preferís que escriba sobre algún otro personaje vosotros mismos.
Saludos!
Hombre… yo voto porque la historia de Kagemaru continue… ;-p
Yo evidentemente voto porque la continúes pero si vas alternando con las otras historias q ponias creo q seria mejor, ya q la gente no se cansaria, eso si…, animo kagemaru!!!, acaba con ese arzobispo de los coj####
Ok, pues creo que Rob tiene alguna historia más de algún otro personaje (cortita, eso sí, que esta la hice algo más larga a petición de Kagemaru).
De todas formas, si queréis que escriba sobre algún otro personaje decidlo por aquí.
Yo encantado!
Que bueno, este aún no lo había leido , que presión para kagemaru que presión.
Jeje… es que es una historia nueva… XD
Un buen relato y encima de nuestro «querido «kaguemaru jejeje