La Sangre del Emperador

El máster Hurgrim nos ha preparado nuestra 2ª Campaña de Anima Tactics… la cual podréis (si queréis, claro) ir siguiendo clicando aquí o desde el enlace que hay en ENLACES DE ANIMA TACTICS.
Aquí tenéis el relato inicial… para ir abriendo boca… XD

Amanecía en Arkángel. El dorado brillo del sol se derramaba perezosamente sobre las cúpulas de los palacios de la sagrada capital del Imperio. La urbe despertaba, orgullosa de sí misma.

El joven inquisidor subía por una estrecha escalinata de una de las torres laterales de la Catedral de Santa Fátima. Los altos mandos eclesiásticos le habían ordenado que se dirigiese allí para reunirse con alguien. No dejaba de darle vueltas al asunto mientras ascendía y ascendía, dando vueltas por la estrecha galería.

Al final de la escalera encontró un portón de gruesa madera. Apoyó su mano en el picaporte y comprobó que estaba abierta. La puerta se deslizó sobre sus bisagras bien engrasadas. Dentro, una mesa de madera, dos austeras sillas y la figura recortada de un anciano ensombrecida por la luz que entraba por el estrecho ventanal que quedaba a sus espaldas.

– Tome asiento, señor Karl – dijo la sombra mientras se encorvaba sobre la mesa.

El inquisidor hizo caso y se acomodó A medida que sus ojos se acostumbraban a la luz, pudo reconocer unas facciones que le resultaban conocidas. La cabeza pulcramente afeitada, las profundas bolsas en los ojos, la boca pequeña de labios estrechos que siempre sonreían…

– Pietrus. ¿Qué quiere un alto arzobispo de alguien como yo?
– Todo a su tiempo, mi joven amigo. – le contestó en anciano mientras desenrollaba un pergamino que guardaba bajo la túnica – ¿Conoce usted las Tierras Orientales?
– Shivat… Lannet… Algo he leído. – asintió el inquisidor mientras cruzaba sus manos sobre la mesa – Dudo mucho que me haya hecho venir para darme una lección de geografía.

El arzobispo se rió con una risa seca y entrecortada.

– No, en efecto. Seguro que en sus «lecturas» debe haber visto las continuas referencias a La Vigilia. ¿Sabía usted que fue gracias a ellos que nuestro continente no quedó destruido por la oscuridad?

El viejo sacó otro papel amarillento de su bolsillo y lo desdobló. En él se podía ver dibujada una estrella de cinco puntas, con un extraño símbolo en cada una de ellas.

– Las antiguas leyendas dicen que consiguieron contenerla gracias a unas piedras llamadas Magatamas. Esos contenedores de magia gozan de un poder terrible… e interesante. La Iglesia se encuentra en un momento delicado y nuestro Gran Arzobispo cree que esas… cosas podrían sernos de gran utilidad.
– ¿Sugiere su señoría que las robemos? – dijo el inquisidor intentando no mostrar su asombro. Se trataba de un movimiento muy osado para haber sido tramado por el viejo Gran Arzobispo.
– Sugiero que esas gentes extrañas no están capacitadas para custodiar ese gran poder. Es deber de la Santa Iglesia guardar del mal que nos rodea cualquier poder que pueda alterar la realidad o poner en peligro a nuestras gentes…

Karl cerró la puerta y suspiró de alivio. La tarea encomendada era de locos. ¿Cómo podría infiltrar a un grupo de sus agentes dentro de Lannet? ¿Cómo lograrían localizar las Magatamas? ¿Podrían sacarlas de allí sin ser descubiertos? Si fracasaban, Lannet les declararía la guerra.
Pero si lo conseguían… Si la mitad de lo que decía Pietrus sobre esas piedras era cierto…

El inquisidor terminó de bajar las escaleras en caracol y llegó al pequeño pasadizo que le llevaría al atrio principal de la catedral.
Apenas escuchó un leve susurro y sintió una suave caricia bajo la barbilla. Pero de repente sintió que algo le empapaba la camisa y su siguiente inspiración se convirtió en una agonía. El sabor a sangre le llenó la boca a la vez que sus pulmones. Intentó gritar, pero solo consiguió emitir un húmedo gorgoteo. Sus piernas se quedaron sin fuerza y cayó de rodillas. Se ahogaba. Su sangre escapaba a borbotones de su cuello. Moría.

Lo último que vio fue la figura de un hombre que llevaba el rostro cubierto con una capucha oscura y una larga cinta que caía sobre una pequeña capita gris. Estaba armado con una espada teñida con su sangre.
Su vista se fue nublando poco a poco mientras su asesino se alejaba lentamente. La espada desprendía un brillo dorado y su silueta fluía en el aire unos segundos antes de desaparecer.

– Es una espada preciosa – pensó.

HURGRIM

4 opiniones en “La Sangre del Emperador”

  1. Básicamente… hay misiones que dan monedas de oro si las consigues y donde tus agentes pueden salir mal heridos y cada cierto tiempo quedamos para hacer alguna partida/misión importante.
    El objetivo de la campaña es conseguir ser el jugador con más Puntos de Victoria (Honor, Logias, Puntos Estratégicos controlados…) al final de la Campaña.
    En la web está colgado la I campaña… en breve actualizaremos con la revisión para la esta campaña… XD

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